En realidad eso da
una sensación muy curiosa.
Lo bueno es que las
pasarelas son mucho más grandes que los típicos
rellanos y eso invita a desarollar una socialización entre
vecinos.
Pero eso impide un
recorrido furtivo de las escaleras a las quinientas: todos saben
con quien andas y a que hora...
Otra manera de reforzar
el control sobre esta clase que algunos pretenden peligrosa: la
clase obrera.
Por suerte, nadie me
atrapó mientrás recorría las pasarelas y
pude llegar al último piso.