La muñeca
esperaba, solita, en la ventana de la escuela.
Instalada por los
niños, con la ayuda de los artistas del barrio, su destino
era regalar una sonrisa a los transeuntes extraviados en esta
zona triste del distrito 18.
Pero era un frio
sábado de Diciembre y no pasaba ni un gato pelado.
Quise celebrar su
atención y me acerqué para saludarla.