En una esquina,
Calle del Templo,
un muro
sin ventana
yacía
abandonado.
Unos artistas
traviesos
pasaron
por allí.
Intentaron
regalarle
algo de vida
a este muro.
Imaginaron
decoraciones,
trasladaron
los molinos
del Quijote,
y le inventaron
algunos
inquilinos...
El muro
yace
en la misma
esquina,
pero
ya perdió
su aire
triste.