Ese día hacía
de guía con un amigo mexicano. Habíamos sacado las
bicis y quería llevarle a tomar el café de la mañana
cerca del Palacio Real.
No conocía estos
jardines así que entramos por un pasaje lateral.
La Doña dormía,
tumbada en el suelo, al lado de todos sus bienes, amontonados
en una carretilla de supermercado.