Pero resulta que esta
gente tiene chispa.
En vez de quejarse
de todos los sin verguenzas que dejan sus firmas pintadas en cualquier
cierre metálico, imaginaron una contraataque:
¡Pintadas sí, pero que sean de arte!
Entonces se concertaron
y contrataron a unos artesanos para que transformen la calle en
una especie de museo.
Cada cierre metálico
lleva una pintura inspirada de una obra clásica y la variedad
de estilos resulta impresionante.
No sé si cada
dueño escogió la obra representada en su toldo o
si fue una decisión colectiva.