Confieso que el sitio
se presta de maravilla a este uso.
El antiguo edificio
fue dividido en varios talleres y cada uno tiene su "duende",
trabajando en la planta baja y alojándose en la planta
alta.
Encontré a dos
pintores, tres escultores, un peluquero de arte, un "tatuador"
y varios gatos.
Transformaron la callecita
que bordea los edificios en un lugar de convivencia y la verdad
es que uno pierde el tiempo muy a gusto en este contexto.